Sorpresa, tranquilidad y esperanza.
Experiencia: es la maestra más brutal. Pero aprendes Dios mío vaya que aprendes. C.S. Lewis.
Hola amiguita,
Hace un par de días encontré el dato: el idioma español tiene más de 93,000 palabras, de las cuales reconocemos un promedio de 30,000 y la cifra disminuye si dejamos aquellas que comprendemos su significado, por ejemplo maestro (palabra de gran uso):
Maestro, tra. Persona que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo. Especialmente aquella de la que se reciben enseñanzas muy valiosas. (RAE)
En particular la frase: “Enseñanzas muy valiosas” ¿A quién te recuerda? Sin categorizar en “bueno o malo” simplemente una persona que aporto conocimiento a tu crecimiento. Recordé un grupo variopinto: personas que siguen conmigo a pesar de la agitación en mÍ, el grupo que se fue porque no están alineados con mis nuevas metas o fue demasiado de mis cambios de actitud sin previo aviso (algunos de ellos los sigo estimando desde la sana distancia), la gente que me mostró las herramientas/habilidades que me hacen falta adquirir, los seres que me educaron desde el amor y las personas que lastime.
Similar a cuando escuchas llegar la lluvia. En México es usual que te pille desprevenido y no sabes si será una brizna, constante o la fuerza que lo derriba todo. Además, según el momento podría significar un alivio para disminuir el calor o una catástrofe para las cosechas. Entonces, cuando llega actúas conforme el sentido común te lo indiquen y cuando se va tomas medidas preventivas al no saber que esperar de la siguiente lluvia.
Ocurre lo mismo con los grupos antes descritos, no sabes que esperar de ellos entonces tomas las enseñanzas que dan. ¿Sabes que es sorprendente? Que tenemos un pedacito de ellos en nosotros, a través de las experiencias compartidas contribuyeron en nuestro desarrollo, fueron o son parte del entorno en el que estuvimos o estamos.
Agradezco estar desarrollando la habilidad de poder “tamizar a las personas y/o experiencias”, gestionar, liberar y aprender de ellas. Así como reconocer cuando me equivoco y desarrollar la capacidad de aceptar el error, pedir disculpas y asimilar. Las personas que lastime son el grupo especial que “daño” el concepto de perfección que buscaba, me otorgaron el conocimiento de la importancia de la mesura, el poder de sanación de las palabras y me reconciliaron con mi humanidad. Son la primera precipitación de la temporada, marca la continuidad del ciclo del agua.
En el momento que deje el sentimiento de frustración, enojo y corazón roto (“no es como yo lo esperaba”), baje una piedra más de mi mochila, libere una parte más de mi ser. De repente, comienzas a mirar nuevas oportunidades, percibes más gente a tu alrededor, conoces seres que te ayudan a concretar tus sueños, las cosas llegan sin tanto esfuerzo sin sacrificar calidad, cada vez duermes mejor, tienes más energía incluso retomas algunos pasatiempos y cuando abres la ventana para dejar que el miedo y la oscuridad se vayan, un sonido sutil a llovizna comienza a llegar:
Sorpresa. Tranquilidad. Esperanza. La lluvia está aquí.
Amiguita tenías razón: la terapia vale la pena, solo hay que condimentarla con acción, tiempo, amor y tropecientos kilos de constancia.
Te mando un abrazo de oso,
O.M.
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Créditos de la imagen a quien correspondan.
Advertencia. Mis consejos/ vivencias no pretenden reemplazar la terapia con un profesional de la salud mental.
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